Todas las
tardes me divierto jugando a las casitas. La muñeca me espera en su
rincón, también la cocinita, los platitos y los calderitos
brillantes, como los de verdad, para llenarlos de comida: “ hierbas
de hojas finas que son como fideos y quesitos de malva.” ¡Qué
rica está!.
Pero esta tarde quiero hacer otra cosa.
-¿Por qué no vamos a ver a Rondinga?, hace tiempo que
no la veo y no me gusta ir sola, le dije a mi
hermana.
- Bueno, te acompaño
Pasamos por la vereda que hay en la acogida de agua,
llena de ripios, piedras y cantos grandes; luego subimos hasta el
monturro de tierra por unos escalones de pedruscos. Desde allí se ve
la cuadra.
-¿Está Rondinga? ¿Qué está haciendo?
-Solo veo un bulto. Debemos acercarnos más.