La luz que entra por la
ventana descubre la palidez de mi cara. Tengo flojera y me pesan los
círculos ojerosos que rodean mis ojos.
Mielitis, por la mucha medicación, - oí decir a Concha, mi mujer, que sonaron como palabras proféticas cuando hablaba con las niñas.
Las piernas no me responden. Estoy metido entre sábanas en la alcoba principal, ligera de equipaje: frente a la ventana está mi cama, que esconde el chato y la escupidera; a la derecha hay una mesa de noche con encimera de mármol, la esquina opuesta la ocupa una silla vacía, y a la izquierda de la cama, un ropero de doble hoja.
Cierto es que estuve internado en el Sanatorio y allí sentí el aislamiento por culpa del contagio de la enfermedad pulmonar, pero la mayor soledad y tristeza fue la de sentir la separación de la familia.
Mielitis, por la mucha medicación, - oí decir a Concha, mi mujer, que sonaron como palabras proféticas cuando hablaba con las niñas.
Las piernas no me responden. Estoy metido entre sábanas en la alcoba principal, ligera de equipaje: frente a la ventana está mi cama, que esconde el chato y la escupidera; a la derecha hay una mesa de noche con encimera de mármol, la esquina opuesta la ocupa una silla vacía, y a la izquierda de la cama, un ropero de doble hoja.
Cierto es que estuve internado en el Sanatorio y allí sentí el aislamiento por culpa del contagio de la enfermedad pulmonar, pero la mayor soledad y tristeza fue la de sentir la separación de la familia.