Aquel primer contacto con Olga en la cafetería, fue ameno y cordial. Me transportó a la antesala de su casa, desde cuyo umbral se comienza a percibir el particular perfume.
Vive Olga en una casa confortable, con habitaciones tapizadas de múltiples objetos entrañables que le abren el corazón y le provocan historias que cuenta con moderada pasión a través de una voz firme y sincera.
A través de un pasillo se accede al dormitorio. Al fondo se halla un clásico tocador. Sobre él, unas fotos de boda enmarcadas en madera, presiden la fidelidad y el cariño de ambos. Delante, en dos bandejas de plata teñidas con la pátina del tiempo, sobresalen prendas de bisutería, sencillas, como su mismo sentir, porque las joyas de piedras nobles son las que relucen en su alma transparente. A la izquierda se encuentra una pequeña figura de la torre Eiffel. Es un recuerdo que permanece en su historia, engranaje de momentos inolvidables, repletos de cultura y amistad.