¡Hola! Soy Loly.

Este blog, de pequeños relatos de vivencias actuales y de mi niñez, nació para contactar de forma diferente con familiares y amig@s.
Gracias por abrir esta ventana de un rinconcito de mí.

jueves, 15 de septiembre de 2011

DE BAJAMAR A PLAYA HONDA



   Las vacaciones las compartí entre Bajamar y Playa Honda. Dos ventanas abiertas al Atlántico, cuya brisa marina renueva ilusiones y esperanzas.

   “Y un día de agosto aquella gaviota de vuelo rasante dejó su plácida estancia en esta zona costera y, como ave migratoria que necesita beber de otras fuentes, remontó el vuelo. Impulsada desde la cima más alta, sobrevoló el Roque Nublo, y rozó las Peñas del Chache, para luego posarse en Playa Honda y encontrarse con las suyas, con las de su mismo nido”.

   Aquí, en Playa Honda, disfruté de un nuevo encuentro familiar, en la misma casita centenaria, a pie de Playa, donde reposan recuerdos desde la infancia; de felices estancias veraniegas, con sedimentos de añoranza.

   Fue un crisol de tres generaciones, en un despliegue de treinta y cinco personas, donde se mezclaron vivencias, sonrisas y cantos de mayores y pequeños en un ambiente de cariño y alegría.

jueves, 1 de septiembre de 2011

B A J A M A R


    Hace unos días que el mes de agosto empezó a menguar y el sol, en Bajamar, aún no ha lucido sus mejores dones. Las dulces mañanas agosteras de bellos crepusculares que perfilan las montañas y cubre el mar de tornasol, se han visto turbadas por masas de nubes grisáceas de tonos claroscuros que permanecen enfrascadas en este rincón norteño; y, junto al mar, que copia su mismo color, forman dos espacios envolventes semejantes a dos valvas de una concha marina engarzadas por la línea del horizonte que intimidan los sentidos y crean sensaciones de paz y nostalgia.

    A media tarde el sol, en su ruta imaginaria, deja asomar por entre las espesas cortinas de nubes, unos tímidos rayos de luz tan deseados como lo es el resplandor de la llama de una vela en la oscuridad.

    Y en el ocaso, en un intento de redención, el astro rey se esfuerza por enviar destellos de luces filtrados por nubes perennes y apelmazadas que logran transmitir una bella estampa cromática.

    Mientras, desde mi pequeño aforo, contemplo el escenario movible de un trozo de mar, embrujo de olas que rugen furiosas y avanzan con ira, para luego estrellarse en la soledad. Entonces la brisa marina, henchida de vaho, ensombrece la ventana y deja su huella en forma de gotitas de cristales de sal.

    En la lejanía los barcos de pesca son bultos oscuros, apenas balanceados por el empuje de las olas. La lente de los prismáticos me acerca al pescador, que irradia sosiego con sus lentos movimientos, mientras espera el brusco tirón del pez en el anzuelo.

    Y en el repunte de cada mañana, la bandada de gaviotas surca el mismo espacio en un ritual desplazamiento: desde el risco hasta la costa, desde la costa hasta el risco. Su vuelo planeado y rasante deja una estela de tesón y armonía.